Parece que Hollywood ha perdonado a Gibson sus no pocos problemas e, incluso, negocia dirigir la secuela de Suicide Squad.
Basada en la historia real del soldado Desmond Doss (Andrew Garfield), objetor de conciencia y cristiano Adventista del Séptimo Día, que rechazó portar y disparar armas y salvó a 75 personas (americanos y japoneses) durante la Batalla de Okinawa en la Segunda Guerra Mundial.
Mel Gibson se caracteriza por ser bastante gráfico a la hora de plasmar la violencia en las pelis que dirige y la segunda parte de la cinta muestra lo que significa ir a la guerra. Una cosa es hacerse el valiente desde lejos y otra es aguantar más de 5 minutos en el infierno. Si eres de los que piensa "estaría bien ir a la guerra y pegar tiros. Tiene que ser un subidón". Se te van a quitar las ganas. Siempre y cuando, no estés loco.
Aunque sin entrar en muchos detalles, también se deja intuir, en un par de momentos, que los japoneses tampoco se lo están pasando muy bien y tienen su particular opresión militar.
No todo es batalla y la primera parte de la historia nos muestra la vida familiar de Desmond y su entrenamiento en el ejército. En su caso, el infierno comenzó en casa entre sus compañeros y superiores. Alistarte voluntariamente y ser pacifista, no te gana más que el apodo de cobarde.
Al igual que la peli Unbroken de Angelina Jolie, la historia no gira alrededor de la venganza o revanchismo y sus protagonistas no se mueven desde el rencor. Es un cine bélico que no pretende dotar a la guerra de cosa épica sino de mal de males.
Rompiendo con más tópicos de cine bélico, tenemos a un protagonista que no cumple los estándares físicos de héroe ni pega un sólo tiro. Un chaval que va contra toda la "lógica militar" y orden establecido (su trabajo le cuesta) y, aún así, marca toda la diferencia.
Una historia intensa y que te puede llevar recuperar un poco de fe en la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario