5 nov 2020

Yakuza: Like a Dragon. Rebeldes de mediana edad

 

Ryu ga Gotoku Studio lanza su séptima entrega de la serie Yakuza reinventando su fórmula jugable. Se acabó lo de liarse a mamporros en solitario e ir en plan lobo solitario. Yakuza: Like a Dragon se enfrenta a la sociedad con carisma y mucho sentido del humor.

Toshihiro Nagoshi ha conseguido –con el paso de los años– convertir una serie destinada al público japonés en un fenómeno que continúa expandiendo su universo más allá de sus fronteras. Sirva de ejemplo la localización al castellano de Judgment, o la de este Yakuza.

La apuesta de la nueva ola JRPG por asentar sus bases en el mercado occidental queda cada vez más clara. Títulos como Persona 5 Royal (también en manos de SEGA) o el incansable Dragon Quest XI nos dejan claro que el género es capaz de reinventarse sin renunciar a su esencia.

Yakuza: Like a Dragon aprende de estos y aporta su estilo al género, introduciendo un elemento diferenciador con los títulos mencionados arriba: sus protagonistas ni son adolescentes, ni viven en mundos fantásticos.

¡Un dragón salvaje apareció!

 


La historia comienza en el año 2000, donde se nos presenta al nuevo protagonista, Ichiban Kasuga. Este joven aspirante a yakuza se verá envuelto en un gran lío y acabará pasando los siguientes 19 años en prisión por un crimen que no ha cometido (muy Kiryu todo).

Al salir en libertad, ya es 2019 y el mundo ha cambiado mucho. Las leyes antiyakuza se han instaurado en Japón, el país sigue lidiando con las secuelas de la crisis económica de 2008, etc. Vamos, que solo falta que introduzcan el COVID-19 con un parche.

El Ichiban exconvicto deja atrás la vida criminal y busca su hueco en la sociedad de principios de siglo XXI. Por supuesto, también pretende descubrir la razón de su encarcelamiento mientras una nueva amenaza aparece.

A diferencia de las anteriores entregas, el protagonista nunca estará solo. En su aventura irá conociendo a distintos personajes con sus propias motivaciones, pero con los que comparte un mismo objetivo.

Ichiban Kasuga es un tipo más alegre, friki y extrovertido que Kazuma Kiryu. La comedia se abre paso con mayor facilidad, lo que no hace más que resaltar la violencia y tristeza de los momentos más dramáticos.

La trama de Yakuza: Like a Dragon no se aparta de la línea del cine negro en el mundo del hampa. Si es cierto que incorpora elementos de las comedias de acción, pero nunca con el objetivo de suavizar los hechos.

Llama mucho la atención que, al tratarse de un género JRPG, el estudio no haya optado por unos protagonistas más jóvenes. Este tipo de historias, donde el elenco principal se enfrenta al orden establecido, suele estar protagonizados por adolescentes, símbolos de la rebeldía y con los que es más fácil empatizar, puesto todo el mundo ha pasado por la adolescencia.

 


En su lugar, han optado por algo más radical que podría alejar al público más joven. Yakuza 7 nos hace meternos en la piel de treintañeros y cuarentones que están hartos de los golpes de la vida. Un grupo en el que el acto de rebelarse, ya está mal visto. Y es curioso, pues son las personas que más motivos tienen para luchar por el cambio.

Como suele siendo habitual, la trama comienza de forma confusa y pausada, la cual va aumentando de ritmo y colocando todas las piezas del puzle a medida que avanzan sus capítulos. No faltan los giros inesperados y momentos épicos marca de la casa.

El título también se las apaña para justificar la existencia de clases en un juego ambientado en el mundo real. La solución es llamarlo trabajos y tener que ir al INEM para actualizar el currículum con tu nueva profesión.

Kasuga es un flipado del Dragon Quest y tiene una imaginación desbordante, de ahí que se imagine sus enfrentamientos en el mundo real como combates por turnos. Los magos, guerreros y sanadores son sustituidos por cocineros, músicos callejeros, guardias de seguridad, idols y demás gracias que el estudio ha tenido a bien incluir. Y no son pocas.

Parecería que optar por un sistema de combate por turnos frenaría el ritmo del juego, pero gracias a sus transiciones fluidas y dinamismo de acciones (existen los QTEs y bloqueos), la acción no sufre el cambio de género. Más bien gana un punto estratégico que antes no existía.

El escenario de combate sigue siendo importante, pues si atacamos a un enemigo, pero de camino a él hay un cono, nuestro personaje agarrará el cono para emplearlo como arma antes de realizar su ataque.

Los ataques son más locos que nunca, dejando claro la imaginación y sentido del humor del estudio japonés. Además de repartir guantazos con armas contundentes, podremos cantar canciones para curar al grupo, sazonar a los rivales, tirarles fajos de billetes o abrirles una botella de champán en la cara para causarles daño o estados alterados. Además, tampoco faltan invocaciones “muy originales”.

Por otro lado, los enemigos son muy variados (existe un bestiario que parodia la Pokédex) y no se quedan atrás en lo que a ataques absurdos se refiere. Hay niños dando por saco con el monopatín, exhibicionista que se abren la gabardina y hasta nos pegamos con máquinas excavadoras. Todo es posible en Yakuza: Like a Dragon.

 


La parodia es una constante en su planteamiento, y eso podría explicar el desnivel que existe entre las protagonistas femeninas y los masculinos. Sus clases no son solo muy diferentes, sino que los hombres tiene muchos más trabajos disponibles que las mujeres. Puede ser una crítica al mundo laboral (no sería de extrañar), pero podría haberse solventado de otra forma.

Durante la mayor parte de sus 50 horas de campaña principal, el juego no nos obliga a levear en exceso. Sin embargo, en sus últimos capítulos el pico de dificultad se dispara, forzándonos a pasar unas cuantas horas fortaleciendo al grupo de cara a los jefes finales.

La serie no sólo cambia de protagonista, sino que también cambia su localización. Ijincho, distrito ficticio de Yokohama, pasa a ser nuestro nuevo hogar. El mapa es tres veces más grande que Kamurocho y, donde este solo era un distrito dedicado al ocio, Ijincho es una ciudad en toda regla. El lugar se divide en zonas residenciales, barrios de ocio, oficinas y puerto.

Pero por mucho que cambiemos de ciudad, esto sigue siendo un Yakuza y nuestros vecinos seguirán siendo gente de lo más estrambótica. Algunas misiones secundarias continúan sorprendiendo con sus absurdos planteamientos.

Los minijuegos clásicos, como salón recreativo, máquina de gancho, el sublime karaoke y la jaula de bateo, siguen teniendo un hueco reservado en Ijincho.

La cosa podría haber quedado ahí, pero las actividades alternativas han aumentado de número y mecánicas con las carreras de karts, recoger latas con un carrito (Ichiban es un tío a tope con la ecología), evitar dormirte en el cine viendo pelis clásicas, simulador empresarial donde dirigir una tienda de dulces, mazmorras y hasta podemos formar parte de un grupo de superhéroes que mantienen la paz en la ciudad. En resumen, hay de todo.

Como dije al principio, es el primer título de la serie que llega con textos en castellano. La localización de títulos japoneses nunca es sencilla, y se ha conseguido una adaptación al español que no pierde una pizca de gracia ni emoción.

 


Yakuza: Like a Dragon se atreve a reiniciarse dentro del género JRPG y a cambiar de protagonista en una época donde lo más fácil es explotar la fórmula de toda la vida en pos de asegurar ventas y no alterar a los fans más hardcore. Pero tratándose de una saga que busca forzar los límites, no es de extrañar que todo lo anterior les dé igual. Antisociales forever.

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