La Letra Escarlata del siglo XXI, es como sus directores califican a tamaña injusticia que sufren mujeres de todo el mundo.
El documental sigue, principalmente, los casos de Audrey Pott y Daisy Coleman (aunque no son las únicas supervivientes en contar los abusos sufridos y su calvario), ambas son chicas de instituto de 14 años, violadas y vejadas al quedar inconscientes por consumo de alcohol.
En el caso de Daisy, fue violada por "amigos" de su hermano mayor, junto a su amiga Paige en un sótano y luego las dejaron tiradas en el porche de su casa a temperaturas bajo 0, al borde de un coma etílico. Tanto Daisy como Paige (y familiares) cuentan su caso y el infierno que les siguió.
Por otro lado, el caso de Audrey se cuenta a través de sus padres y su mejor amiga, al haberse suicidado ahorcándose con una manguera. Audrey fue a una fiesta, bebió, quedó inconsciente y unos chicos la metieron en un cuarto donde la desnudaron, violaron y la pintaron con un rotulador indeleble, que acabaron introduciendo en su vagina. Y, por supuesto, no dudaron en hacer los vídeos y fotos de rigor con sus móviles. Acorde al testimonio de uno de sus violadores, lo hicieron para pasar el rato y echarse unas risas.
¿Para qué intentar mentir? Si sabes que no te va a ocurrir nada, porque la guarra es la violada, pues dices la verdad y punto.
Los dos acusados de la violación (y tenencia de pornografía infantil al ser una chica de 14 años) de Audrey, son sentenciados a 30-45 días, pero sólo los fines de semana, vaya a ser que los chavales no puedan rehacer su vida, después de haber sufrido tan gran trauma, al violar y empujar a una adolescente al suicidio.
En el caso de Daisy, el surrealismo entra por la puerta grande, al ser desestimado el caso. Daisy tiene la "mala suerte" de ser violada por el chaval equivocado: jugador del equipo de fútbol, orgullo del pueblo y familiar de un ex-senador. ¡¡Combinación ganadora de la impunidad!!
Lo sé. Os preguntáis qué papel juega la policía en las investigaciones. Pues sueltan grandes perlas (abundan durante el documental). El Sheriff del caso de Daisy, suelta entre otras, incluyendo la más que trillada de las chicas son igual de responsables en la violación: "no hay que abusar de la palabra violación. La violación se produce cuando hay coacción y, en este caso, no ha existido". Obvio, la chica estaba inconsciente. ¡¡¡Ta-chán, soy Sheriff!!!
Ya sabéis, si abusáis de una mujer inconsciente, no permitáis que os llamen violadores porque os estarán faltando a vuestra honra.
Otro que no falta a la cita con el absurdo y la poca vergüenza, es el alcalde: "Hay una violación y vienen medios de todo el país. ¿Dónde estaban cuando inauguré el campo de golf?" ¡¡¡Doble ta-chan, soy alcalde!!!
¿Las situaciones de estas chicas podrían ser peor? La duda ofende. Tras ser violada y grabada, llega la difusión por redes sociales como Twitter y Facebook, que tendrá restricciones a desnudos, pero si abusan de ti vestida parece que no hay problema. Seguido de insultos de puta, guarra, mentirosa y amenazas de muerte. Todo con sus correspondientes hashtag para mantener el orden a la hora de joderle la existencia a la chica. Amenazas que se vuelven muy reales cuando te queman la casa o te despiden del trabajo.
No todo va a ser malo. Los chavales acusados (a los que se mantienen en el anonimato por ser menores, usando animaciones y nombres falsos. Hay que protegerlos a los chiquillos. Habrán violado, grabado, pintado obscenidades e insultos en el cuerpo desnudo de una joven inconsciente, introducido un rotulador en su vagina y empujado al suicidio, PERO tienen sus derechos, ayudarlos a la re-inserción y a poder continuar con sus vidas, con su futuro, ir a la universidad, tener familia. Al fin y al cabo, son chiquilladas y ella estaba borracha = su culpa) aprenden valiosas lecciones y lo dicen alto y claro: "Las chicas son unas chismosas y a los chicos nos da todo igual". Tú di que sí. Un enigma de la humanidad menos: las tías somos unas cotillas...... y unas guarras (se me iba olvidando). Y un poco putas, también, ya que nos sinceramos.
Si las víctimas, al final, son los tíos, los pobres. Y claro, pasa lo que pasa, que se juntan en grupo en fiestas y acaban violando por turnos, grabándolo con el móvil y jactándose con los colegas de sus hazañas por todo el país. Si eso no es ser una víctima de manual, yo ya no se en qué creer.
Este es el tercer documental estadounidense en muy pocos años que trata sobre las violaciones. The Invisible War ponía el foco en el ejército, The Hunting Ground contaba lo acontecido en universidades y, este último, sobre las chicas de instituto.
En resumen, eres mujer = van a abusar de ti, casi seguro (conforme a las estadísticas). O, al menos, te llamarán puta o guarra, por deferencia masculina.
Vale. El campechano machismo y la cultura de la violación nos une con los americanos (y con el resto del mundo. No me gusta discriminar), pero hay una sutil diferencia: ¿DÓNDE ESTÁN NUESTROS DOCUMENTALES Y PELÍCULAS, PARA DAR LUZ AL ASUNTO Y DEJAR DE ESCONDERLO BAJO LA ALFOMBRA?
Se cometen tres violaciones al día, según datos oficiales. Lo de: "aquí, éso no pasa", está dejando de colar, tanto para estos crímenes como para el terrorismo machista y para el bullying en las escuelas.
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