La serie de la HBO toma de base a Crichton para ir mucho más lejos, en todos los aspectos, y no dejar de asombrar en cada uno de sus 10 episodios hasta el último minuto.
Un parque de atracciones ambientado en el Salvaje Oeste donde los visitantes (de mucho dinero, claro) pueden realizar todo tipo de aventuras (quests de toda la vida). Buscar oro, enfrentarse a bandidos, ser parte de un grupo de forajidos o violar y matar porque sí, sin sufrir ningún daño ni saltarse ninguna ley. Los hosts del parque son inteligencias artificiales humanoides con las que interactuar y, prácticamente, los visitantes pueden hacer lo que deseen con ellos. Eso sí, como nimiedad, y para mayor realismo, los hosts están programados para sentir dolor y miedo.
El primer tema que nos plantea Westworld (y estará presente durante toda la temporada) es precisamente ése: tienes un mundo de fantasía a tu disposición donde nada puede hacerte daño, ¿qué harías? Ahí es donde la luminosidad y la belleza de los parajes del parque se ve ensombrecida por el oscuro instinto del ser humano, todo raciocinio y sentimientos.
El segundo tema, la parte de la ciencia ficción (lo de los humanos dando por saco, pasaría sí o sí), trata cuando la inteligencia artificial comienza a desarrollar su propia conciencia y comprende el bucle infernal, que es su existencia. Descubrir que el motivo de tu existencia es ser violada/o y asesinada/o día sí y día también, no es motivo de alegría.
Westworld se presentó como la sustituta de Juego de Tronos en la HBO, pero no es más de lo mismo. No se parecen ni en trama ni en giros ni en personajes. Tampoco va dirigida al mismo tipo de audiencia y, aún así, ha conseguido más espectadores.
Tener a un reparto de estrellas como Anthony Hopkins, Ed Harris, Evan Rachel Wood, James Marsden, Jeffrey Wright y Thandie Newton, ayuda bastante.
La segunda temporada se espera tarde: 2018.
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