La serie creada por Raphael Bob-Waksberg se ha ganado a pulso el ser una de las mejores series de animación para adultos (la mejor, probablemente). De hecho, no tiene nada que envidiar a ningún drama o comedia de imagen real.
Un Hollywood habitado por humanos y animales antropormorfos parece una locura en un primer momento, pero Bojack se las ingenia para que, con el paso de los episodios, todo su mundo nos parezca muy cercano y real.
Bojack Horseman (Will Arnett) es una estrella de televisión de los 90 que vive en su mansión de Los Ángeles junto a Todd (Aaron Paul), el chaval sin casa que duerme en su sofá, y que sale con su incansable agente Princess Carolyn (Amy Sedaris). Con la intención de recuperar algo de fama en el siglo XXI, se dispone a escribir sus memorias con la ayuda de la escritora Diane Nguyen (Alison Brie), novia de su rival de comedia Mr. Peanutbutter (Paul F.Tompkins).
Aunque en un principio es la comedia el campo donde se mueve la serie (y lo hace genial con grandes momentos durante todos sus episodios), es en el drama y en sus giros oscuros donde su trama supera con creces a cualquier otra. Si el episodio 9 de Juego de Tronos es conocido por sus batallas y muertes inesperadas, el penúltimo episodio de cada temporada de Bojack es conocido por sus momentos dramáticos.
Sus personajes evolucionan a medida que van pasando los episodios, y su primera temporada lo deja bien claro: estos personajes no van a ser los mismos tras todo lo que van viviendo. Cáncer, maltrato infantil, abusos sexuales, drogas, alcoholismo, soledad, depresión, paternidad, aborto, maltrato animal, prostitución, machismo, suicidio, guerra, armas... son sólo algunos de los temas sobre los que Bojack Horseman entra a debatir en profundidad y sin cortarse en lo más mínimo.
Esta serie de animación consigue lo que muchas otras no han podido: una reflexión sobre el comportamiento humano sin evitar ningún asunto (por muy incómodo que sea) y sin caer en el optimismo infundado.
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