10 ago 2018

We Happy Few. Las drogas no dan la felicidad

Compulsion Games pone a la venta su arriesgada apuesta retrofuturística, cuyo desarrollo, desde su anuncio en el E3 2015, no ha estado exento de problemas. 

We Happy Few nos traslada a una distopía de la mano de tres personajes muy diferentes, y se aleja bastante de títulos como Bioshock para adentrarse más en el terreno de La Naranja Mecánica de Anthony Burgess y el humor negro.


Wellington Wells es una ciudad de una Gran Bretaña alternativa de los años 60, donde los ciudadanos son suministrados con una droga llamada Júbilo, capaz de convertir la lúgubre realidad en un cuento de hadas. El primer protagonista es Arthur, un tímido oficinista que trabaja en el departamento de censura hasta que se entera de una historia que involucra a su hermano. Desde ese momento, Arthur tendrá que ingeniárselas para escapar de la pesadilla que es Wellington Wells.

Los otros dos personajes será la misteriosa traficante de drogas Sally y el impredecible Ollie. Ambos en posesión de secretos que pueden hacen temblar los cimientos de la feliz ciudad. A pesar de ser un juego en primera persona, la personalidad de los personajes está muy bien diseñada, al igual que sus habilidades.



El juego lleva el dicho el opio del pueblo a la práctica literal. El gobierno totalitario de turno, con la ayuda del omnipresente Tío Jack, ofrecen una solución a todos los problemas de la sociedad: Júbilo. Esta pastilla que hace olvidar los malos recuerdos y ver la vida desde una perspectiva más optimista. 
Básicamente han inventado la pastilla Mr. Wonderful, que te hace ver el lado positivo de todo. Incluso cuando vomitas, vomitas florecillas y cosas bonitas.

La historia del juego es una mezcla de 1984, La Naranja Mecánica y una buena dosis de humor negro. Humor que destaca gracias al escarnio que se hace del optimismo sin fundamento.

El sistema de juego apuesta por el sigilo y pasar desapercibido. Aunque es posible ir a lo loco, no es recomendable porque las habilidades de combates son muy básicas y los enfrentamientos contra varios enemigos significarán la muerte.

Para pasar desapercibido habrá que, bien esconderse o disimular ser feliz mientras se pasea por la ciudad. Los habitantes de Wellington Wells reaccionarán ante nuestra actitud y nos atacarán si destacamos como un deprimente (persona que no toma Júbilo). A los felices habitantes no les gusta nada la gente negativa y los matarán o expulsarán al más mínimo síntoma de pesimismo.



Una de las cosas que más llama la atención del título es su gran número de misiones de recadero. El mapa en ciudad y en el exterior es enorme, y nos cansaremos de ir del punto A al B, sobre todo porque no podremos hacerlo corriendo al tener que prestar atención a las amenazas de los lugareños. Digo que llama la atención porque, cuando el juego abandona este tipo de misiones, ofrece los mejores momentos.

El apartado artístico de We Happy Few es la baza que ayuda a sumergirnos en esta pesadilla distópica. Los exteriores e interiores cuenta con un diseño al milímetro y el mal rollo aguarda en cada esquina. La estética cambia mucho cuando el personaje deja de estar bajo el efecto de la droga de la felicidad, y nos encontramos una realidad no tan colorida. 

La supervivencia está presente durante toda la aventura y habrá que tener en cuenta el hambre, la sed y la adicción al Júbilo (tomar muchas causa sobredosis). También habrá que estar pendiente de ir recogiendo todo lo que podamos para ir creando objetos, herramientas y armas necesarias.



We Happy Few no es un triple AAA y puede que no tenga una jugabilidad tan profunda como un Bioshock o Dishonored, pero su atrevida historia te dejará una sensación de incomodidad que te acompañará durante días. Buscas una historia diferente, aquí tienes tu dosis.

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