Esta vez, muestra cómo los familiares de las víctimas conviven con sus verdugos y las limitaciones a las que se ven sometidos.
En 1965, Indonesia, sufrió (como otros tantos países) las consecuencias de la lucha entre el capitalismo (EE.UU) y el comunismo (Rusia) que se extendía por el planeta. En este caso, el capitalismo salió vencedor, pero su situación no es diferente de los países donde se impuso el comunismo: golpe de estado militar y barra libre para ejecutar a todo acusado de comunista sin juicio mediante. Más de medio millón de muertos entre el 65 y el 66, fue el resultado.
Con The Look of Silence se constata que lo que vimos en The Act of Killing, no era un caso aislado. Vemos que los psicópatas salieron por todos lados con la excusa de matar comunistas y aprovecharon para controlar sus aldeas y hacerse con todo lo que podían.
Esta segunda parte se centra en las víctimas, concretamente en Adi, cuyo hermano mayor fue asesinado en el 65 acusado de comunista. Adi va entrevistándose con los verdugos, directos e indirectos, de su hermano y destrozaron la vida a sus padres, para intentar buscar un por qué a tanta tortura y si los asesinos tienen algún tipo de arrepentimiento.
No hacía falta estar afiliado al partido comunista o a un sindicato para ser acusado de comunista. Bastaba con tener una pequeña tierra de cultivo, una mala mirada o que tu mujer fuese guapa para que te pasaran a machete. Lo que pasa en todas las guerras civiles, vamos.
En esta ocasión, Oppenheimer, opta por participar lo esencial y deja a Adi llevar las riendas de lo que va sucediendo. Aunque el director se la juega bastante, es Adi quien está en la posición más precaria al ser las masacres un tema tabú y negado por el gobierno. En una de las entrevistas, con uno de los verdugos más sanguinarios (hay para elegir), Adi se lleva un par de amenazas poco sutiles y, conociendo el currículum del personaje, no son para tomarse a cachondeo.
Como The Act of Killing, The Look of Silence es un documental duro a pesar de no tener ningún contenido violento visual, pero todo lo que se dice y se explica, hasta el más mínimo detalle, es cruel y desagradable.
El lavado de cerebro sobre lo bien que ha estado masacrar a esta gente llega hasta el punto de haber libros escritos por los asesinos con dibujos ilustrativos de las matanzas. Una lección de historia.
Estas personas son héroes y algunos los ven así. Otros, familias de las víctimas o no, los ven como monstruos. Y con razón porque siguen conservando posiciones privilegiadas. Y cuando en tu pueblo, los ancianos entrañables hablan de beber sangre de sus víctimas para no volverse loco tras tanto matar, sabes que estarías más segura/o yendo a cenar a casa de Hannibal Lecter.
Los ganadores cuentan la historia y los niños y niñas en las escuelas reciben unas explicaciones muy bestias sobre lo ocurrido en el país. Al hijo de Adi y a su clase, se les explica que por haber tenido un familiar comunista no puedes trabajar para la administración pública o ser policía.
Las causas de tanta muerte las señala uno de estos verdugos muy claramente: Estados Unidos les enseñó a odiar a los comunistas y ellos aprendieron bien, los exterminaron del país y merecen como recompensa un viaje a América con sus familias. Y tan ancho. Estaríamos ante el sorteo de un viaje gratis más sádico de la historia.
Ambos documentales son muy recomendables y necesarios, porque la esencia del matar a tu vecina/o por x motivo absurdo, es extrapolable al planeta entero.
Igual de absurdo y surrealista resulta que ni The Act of Killing en su momento, ni The Look of Silence este año, se hayan llevado un Oscar.
Que The Look of Silence (o cualquiera de los otros) pierda frente al documental de Amy, que no aporta nada de nada, dice mucho. Y nada bueno.
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