Película independiente británica de 2016, basada en la novela de MR Carey de mismo título, donde se revisita el género de infectados desde un punto de vista muy particular.
El género zombi/infectado está viviendo un boom desde hace unos años, al igual que el género superhéroe, y se necesitan toques de originalidad para no caer en algo 1.000 veces visto.
En un futuro, en pleno apocalipsis, los humanos viven recluidos en pequeños enclaves fortificados, evitando contagiarse de un virus que los convierten en máquinas de matar.
En una base militar, un grupo de niñas y niños permanecen recluidos como sujetos de experimentación, ajenos al mundo exterior. Melanie (Sennia Nanua) es una de las niñas, cuyo momento favorito del día son las clases con la Señorita Justineau (Gemma Arterton).
A pesar de ser historias diferentes, las comparaciones con The Last of Us son inevitables: el virus es el mismo en ambas historias (las esporas que sólo afectaban a las hormigas y pasan a afectar a los humanos) y, más allá, de tener como protagonistas a una chica y un final fuera de los cánones establecidos, no hay más elementos comunes.
No es una de esas cintas donde abunden los tiros y las persecuciones con infectados de gran velocidad y energía inagotable (que las hay y lo son) y pone el foco en Melanie y en su interpretación del mundo exterior y sus nuevos y antiguos habitantes.
Estamos ante una adaptación de clásicos mitos de la Antigua Grecia al mundo zombi/infectado, tan de moda. Ni el libro ni la peli lo esconden y les funciona bastante bien.
Es una de esas historias en las que con poco (bueno, poco para no ser una superproducción porque de reparto anda sobrada: Glenn Close, Gemma Arterton y Paddie Considine), hace mucho.
No es una peli para las/los amantes de la sangre y casquería y, sí, para quienes busquen un fin del mundo siniestro donde la esperanza adopta formas poco reconocibles. Y se agradece.
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