McNamara ya demostró en La Favorita (Yorgos Lanthimos) que se le daba bastante bien desmitificar a la realeza. Y con The Great no hace más que ahondar en esta idea.
Catalina (Elle Fanning) es una joven de la nobleza rural prusiana del siglo XVIII obligada a casarse con el emperador Pedro de Rusia (Nicholas Hoult).
Su visión idealizada sobre el amor, la política y la monarquía se verá alterada una vez que conozca al gobernante y a los integrantes de su corte, obligándola a tomar una drástica decisión: dar un golpe de estado para salvar a Rusia de las guerras y la pobreza.
La serie no se trata de un biopic al uso, y huye del rigor histórico. Más bien huye de todo los elementos dramáticos y emocionantes del género para adentrarse en la crítica social a base de sátira y comedia negra.
Como ya hizo en La Favorita, McNamara sabe entrelazar la comedia más absurda y momentos dramáticos con mucha naturalidad. Transiciones que no se sienten forzadas al tener un personaje egocéntrico y elegido por Dios para gobernar el Imperio Ruso.
El personaje de Nicholas Hoult es el encargado de asombrarnos con sus ideas de gobierno y ocio. Al emperador solo le interesan las orgías, la caza y las fiestas, pudiendo castigar a cualquiera que se oponga a alguno de sus caprichos. Si en medio de una reunión del alto mando (cosas de hombres como lo llama él) ordena bailar a su general, este deberá hacerlo o afrontar las consecuencias.
Frente al gobierno ideal de Pedro se contrapone la visión de futuro de Catalina. La nueva emperatriz desea una Rusia con imprentas, pueblo educado en el arte y la ciencia, y con igualdad de oportunidades.
Casi siempre que el cine ha tratado una figura de la realeza, la intención ha sido mostrarnos a alguien con más virtudes que defectos, además de la presión de portar una corona. The Great opta por una vía más realista y nos retrata a un personaje que borda la psicopatía.
Sus soluciones a todo conflicto es el asesinato o el sexo, mientras sus distintos consejeros se las ingenian para hacerle tomar decisiones menos drásticas. Como ejemplo sirve su proposición de quemar a todos los sirvientes cuando una enfermedad se extiende por el palacio.
Pero por muy locas que sean las ideas de Pedro, los planes de Catalina siempre tienen un gran impedimento: ella es una mujer. Tiene prohibido participar en los asuntos de hombres y solo puede hablar de "cosas de chicas" con las demás mujeres de la corte. Tampoco tiene permitido leer.
Ni siquiera la emperatriz se libra de los chistes, humillaciones e intentos de violación. La propia protagonista avisa a su sirvienta de que no se escaparán tan fácilmente de los abusos cuando los corsés y vestidos de botones desaparezcan de sus armarios.
The Great se postula como una de las comedias/dramas más originales del año, y nos deja muy claro que pertenecer a la nobleza no te convierte en el ser más sabio del reino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario