Agresivas y vistosas coreografías cuerpo a cuerpo y tiros a la cabeza sin piedad, son las bazas de esta historia.
Iosef Tarasov (Alfie Allen o Theon de Juego de Tronos) es el hijo y heredero del
Theon se fija en John Wick (Keanu Reeves), o mejor dicho, en su coche y ante la negativa de John cuando Theon se lo quiere comprar, decide cogerlo por la fuerza (como haría cualquier niño mimado/chico malo envalentonado con 50 guardaespaldas).
Por otro lado, John acaba de perder a su mujer y vive sólo en su lujosa casa con su perro, intentando seguir adelante y lo único que le hacía falta es que un niñato lo asalte en plena noche.
El lado bueno es que en las pelis de acción, todo se resuelve a palos y a los malos, intocables por la justicia, les duelen los golpes igual que al resto. Si a esto se le suma que Theon, acostumbrado a ir jodiendo a la gente sin afrontar las consecuencias gracias a su papi y su séquito, ha dado con el único al que le importa todo eso una mierda, la sangre no tarda en correr. Y es que John Wick no es el hombre bueno y apacible que aparenta ser.
Keanu Reeves vuelve como hombre de acción, tras el fallido intento de Man of Tai Chi, con un papel que le pega bastante. No parece haber olvidado lo aprendido en Matrix y sus enfrentamientos cuerpo a cuerpo son de lo mejor de la película. La primera escena de acción de John y el enfrentamiento en la discoteca, ayudan a recuperar la fe en el género de acción y dejar claro que otro camino es posible y no es el de Los Mercenarios.
No se trata de una gran producción, pero si cuenta con un conocido reparto, a los mencionado Keanu, Alfie y Michael se unen Willem Dafoe, Ian McShane, Adrianne Palicki y John Leguizamo. Nada mal, para una cinta alejada del pelotazo comercial.
John Wick cumple con los requisitos de una peli de acción: coreografías chulas, tiros los justos, un poco de humor negro, prota con mala leche, malos malísimos a los que de gusto hostiar, suficiente duración y argumento para no ahogar al público con pretensiones grandiosas más allá del género. Directa y eficaz.
2014 no ha sido tan malo como los anteriores, en el terreno de acción y artes marciales. The Raid 2 es el buque insignia del género y se ha inventado la etiqueta de cine de acción ultraviolento, por la forma de rodar sus escenas y su ambientación opresiva.
Si de oriente vino el género, oriente lo reinventa y hay que seguir su ejemplo.
En occidente, por mucho que se empeñe Stallone, él no es el ejemplo a seguir, por mucho héroe de acción y gracia que haga. No se ha currado una coreografía decente en ninguna de las tres entregas. Mucho tiro y mucho músculo, pero ni un combate digno de recordar.
The Equalizer y John Wick (Lucy no cuenta ni como acción ni como nada) han mantenido el tipo y muestran síntomas de que no todo está perdido. Cada cinta, con un prota diferente (Denzel en modo héroe y Keanu a sangre fría), pero con un objetivo común: repartir entre todo cabrón que se les ponga por medio (y bien a gusto que nos quedamos cuando lo hacen).
La caída en desgracia de la acción se ejemplifica (trágicamente) con la trilogía de Venganza (Taken). A una impecable primera entrega (y debería haberse quedado así) le siguió una vulgar Venganza 2, echando por tierra todo lo bueno de la primera entrega y salvo sorpresa (cruzar dedos) V3nganza continuará el declive.
La prueba de fuego del género de acción americano será el remake de The Raid y cómo traten el material original. ¿Lo convertirán en un Mercenarios o apostarán por la acción?
Mientras tanto, no hay que perderse la vuelta a la acción de Keanu Reeves y su John Wick. Sin piedad.
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