Película japonesa de 2006, dirigida y escrita por Tetsuya Nakashima (Consfessions, The World of Kanako) y basada en la novela de Muneki Yamada, es una potente historia sobre la vida, en general, y un sólido argumento en contra del tan socorrido tópico: "a la gente buena le pasan cosas buenas".
Si alguna vez te han dicho esta frase (a mí misma me ha tocado el soportarla), puedes afirmar con 100% de seguridad que esa persona es gilipollas o hace peores cosas que tú.
Vuelvo a lo que iba: peliculón, no apta para todas/os (si no te da, no te da, qué le vas a hacer), donde el estilo de Nakashima rompe con todas las reglas típicas del drama y se marca una historia que da donde más duele.
10 de julio de 2001. Gente de todo tipo afronta un nuevo día. Jóvenes que quieren ser artistas, gente que toma pastillas para adelgazar, una chica rompe con su novio y una mujer es encontrada asesinada al lado de un río. Mismo día, misma hora, misma ciudad y hechos tan dispares. La vida es así ya cada uno le toca lo que le toca.
Sho Kawajiri (Eita) es el novio al que ha dejado la chica. Pasa los días de fiesta en fiesta y viendo porno en su piso (típica habitación de soltero de Japón). Tras 2 años sin ver a su padre, éste se presenta en su piso para pedirle un favor: ir al piso de su tía Matsuko (Miki Nakatani) para limpiar y recoger sus cosas.
La mujer asesinada en el río era su, hasta ahora, desconocida tía. Sho irá casa de su familiar para cumplir el encargo y, de paso, conocer a la mujer de la que nunca llegó a conocer su existencia.
La peli hace una retrospectiva para conocer las diferentes etapas de la vida de Matsuko, desde los 23 años hasta los 56 años, con algunas reminiscencias a su niñez, algunos saltos temporales y diferentes puntos de vista que componen el puzzle. Todo aderezado con el toque de Nakashima que inunda las escenas de colores vivos, luz, canciones, optimismo y demás elementos propios del cine de comedia o comedia-musical, que en lugar de quitar hierro al asunto, ahonda más en el shock y la desesperanza.
La frustración vs optimismo abunda durante toda la cinta y, al finalizarla, es lo que te quedará dentro. Algo que no te habrán hecho sentir muchas películas y, mucho menos, de esta forma.
Si el mundo de Confessions era gris y en The World of Kanako era oscuro, el mundo de Conociendo a Matsuko (Memories of Matsuko) es pura luz donde las situaciones más cómicas-absurdas, inocentes y bizarras conviven de forma natural.
Y las tres tienen en común, el mostrar la maldad humana y sus desconocidos e inciertos límites, cosa que Nakashima sabe plasmar muy bien.
El aspecto más chocante (hay para elegir) sería que la protagonista, Matsuko, viendo como acaba, no tiene nada que ver con cómo empieza su vida y sus ilusiones: de maestra de instituto a los 23 años, a ser una vagabunda asesinada a los 56 años. La vida da muchas vueltas, eso está claro. Y lo peor es, que si Matsuko tiene culpa de algo, es de ser buena persona y hacer siempre el bien. Su perdición. Ese es su impacto cuando la ves y la naturalidad con la que la espiral de perdición (vive buenos y escasos momentos) la golpea una y otra vez. A veces es culpa suya y otras le viene de gratis. La vida misma.
Contar un drama con momentos tan duros (pero con tacto), como los que Nakashima muestra en la historia, desde una perspectiva más propia de la comedia (risa no te va a hacer). Suena y parece raro, pero no te va a estorbar cuando la cosa coja ritmo y no te va a librar de llorar ante los giros que da la vida.
Otros podrían haber ido a por la lágrima fácil, este no es el caso. No se hurga en la herida para que llores poniendo música triste o recurriendo a actuaciones dramáticas. Si percibes la injusticia, te llega hondo, da igual el envoltorio. Tú sabes cuando tienes que llorar y pasar el mal-buen rato, no necesitas que una musiquita te lo indique.
A pesar de la cantidad de secundarios, bastante variados y estrafalarios algunos (el vecino de la cresta es un poema), es la actriz principal, Miki Nakatani, quien lleva la peli a hombros cambiando y evolucionando su personaje según pasan los años y la vida la va cambiando.
Gran película para ver en solitario o con poca compañía, para reflexionar sobre el peso que tenemos sobre lo que nos acontece, sobre la cantidad de hijos de puta, de todas las edades y clases sociales, que hay sueltos por el mundo y cómo la gente buena siempre está dispuesta a darlo todo.
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