Los parásitos de Joon-ho ya se han hecho con la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes y será la representante surcoreana en la próxima Ceremonia de los Oscars.
Comedia, thriller, terror y violencia se unen para ofrecer uno de los retratos más certeros de la lucha de clases en el mundo capitalista.
Ki-taek (Song Kang-ho) y familia se encuentran sin empleo y subsistiendo en una diminuta casa semisubterránea. Cuando su hijo, Ki-woo (Choi Woo-shik) consigue un trabajo como tutor particular para la hija mayor de los Park, la familia rica del barrio, todo el clan ideará un plan para entrar a trabajar en la casa... sin permitir que se descubra su parentesco.
El título de la película no es casual, ya que parásitos es la forma que tiene de describir la clase alta a los pobres. No visten como ellos, van en metro e incluso huelen mal por mucho que se bañen.
De hecho, para afianzar aún más el título, la familia protagonista vive en una minúscula casa, cuyas ventanas superiores dan a nivel del suelo. Son el escalafón más bajo de la sociedad, literalmente.
La trama se divide en dos partes muy claras. Durante la primera mitad, la cinta se desarrolla como una comedia negra sobre la pobreza, donde vemos a Ki-woo y familia emplear sus habilidades para hacerse con los distintos empleos en la casa de los Park. Algunos de los cuales ya están ocupados. La picaresca hace acto de presencia en todo su esplendor.
En la segunda mitad, el tono da un giro y se adentra en el thriller. A partir de aquí, las escenas ganan en tensión hasta llegar al apoteósico desenlace, demostrando una vez más por qué Corea del Sur lidera el cine negro actual.
Los momentos cómicos dan paso a la incredulidad, pero nunca sin abandonar la crítica a la sociedad moderna. Para triunfar hay que tener dinero, trabajo importante, buena ropa, coches, ir a universidades de élite y vivir en un casoplón (lo parte de la universidad no es obligatorio aquí). El dinero lo es todo y si no lo tienes, vives como una rata. Hay comedia, pero no hay suavidad a la hora de tratar el tema.
Nada de "no tenemos dinero, pero estamos juntos" ni mierdas de esas. Los pobres no quieren ser pobres y vivir en barrios peligrosos; quieren comer y ducharse todos los días. Al menos, la familia protagonista no decide meterse a traficar con drogas, sino a trabajar como profesores, chófer y criada para una familia de clase alta. Con mucho engaño, pero sin malas intenciones.
El máximo exponente de la riqueza de los Park es su pedazo de casa, y es aquí donde transcurre casi el 90% de la película. El opulento matrimonio son una pareja joven, guapa y millonaria, con dos hijos a los que aguardan futuros brillantes. Sin embargo, tampoco escapan a las diferencias hombre-mujer.
Mientras que el matrimonio pobre funciona como un equipo, el rico refleja la dinámica amo-esclava. Park Dong-ik (Lee Sun-kyun, A Hard Day) es dueño de una empresa tecnológica y Park Yeon-kyo (Jo Yeo-jeong) una mujer florero que vive encerrada en su particular torre de marfil.
Por supuesto, en Parasite pasan muchas cosas más. Su premisa suena a comedia y a tópico, pero su desarrollo es 100% original, aunque hablar de ello sería un spoiler imperdonable.
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