7 jul 2020

Ju-On: Origins. La maldición de ser mujer

La familia Saeki sigue ampliando su lista de víctimas 20 años después de su irrupción en el cine de terror, y lejos de su creador, Takashi Shimizu.

Ju-On: Origins se presenta como precuela de la famosa saga de películas de terror. Sin embargo, lejos de querer incidir en el origen de la maldición, se centra en explotar sus ingredientes clásicos con una nueva perspectiva aún más cruda.


Yasuo Odajima (Yoshiyoshi Arakawa) es un investigador paranormal en busca de una misteriosa casa en Tokio, la cual está habitada por espíritus malignos que acaban con la vida de todo aquel que la visita.

Su búsqueda se alargará desde finales de los 80 hasta mediados de los 90, mientras somos testigos de los destinos que deparan a todo aquel que ha entrado o vivido en la casa durante este intervalo.

La serie sigue la misma estructura que las películas: varias historias protagonizadas por distintos personajes que se interconectan en determinados momentos.

Aunque los fantasmas siguen estando presentes y dando algún que otro susto, la parte más aterradora de la serie viene por parte de los humanos. Al fin y al cabo, la saga Ju-On (La Maldición) siempre ha girado en torno a la violencia contra las mujeres y las niñas/os.

El fantasma de Kayako sigue poniendo los pelos de punta, aunque en esta ocasión actúa más como testigo de la locura que desatan los humanos que “caen bajo su maldición”.

De hecho, los sustos por parte de los fantasmas son bien recibidos, pues suponen un descanso de las escenas de violencia explícita, las cuales van desde violaciones hasta infanticidio, pasando por asesinatos a cuchilladas.

Los fantasmas no parecen tan malos tras ver a violadores, maltratadores, puteros y pederastas protagonizar algunas de las historias que muestra la serie. Y las acciones de estos nada tienen que ver con la casa maldita.

Si eres de esas personas que le dan más miedo los fantasmas que las personas -dejando de lado el absurdo de la afirmación-, Ju-On: Origins te invita a que centres tu atención en los vivos que te rodean más que en los muertos.


Para acrecentar el clima de violencia y locura, cada vez que se escucha una noticia ofrecida por el informativo, esta informa de un asesinato, violación o crimen que tuvo lugar en Japón, como el ataque con gas sarín en el metro de Tokio del 95 perpetrado por la secta Aum Shinrikyō.

Los espíritus vengativos siempre han formado parte del folklore japonés y han servido de inspiración para el cine de terror desde hace años.

Ringu de Hideo Nakata marcó un antes y un después en el cine de terror japonés e internacional. No solo se convirtió en un éxito en taquilla que pasó a tener su remake surcoreano (The Ring Virus) y americano (The Ring), sino que abrió la puerta a un cine de terror que daba todo el protagonismo al espíritu vengativo.

Nakata adaptó la novela homónima del escritor Kōji Suzuki, donde siempre la protagonista principal ha sido Sadako Yamamura, la mala malísima… o puede que no tanto.

La historia del personaje ha ido incrementándose y explicándose a través de novelas, cómics y películas, pero siempre manteniendo un hecho violento como su origen.

En la película, Nakata optaba por que Sadako era una niña con poderes, la cual era asesinada y arrojada a un pozo por su padre, mientras que en la novela incluía más elementos críticos.

Además de tener unos poderes, Sadako, 19 años,  era intersexual y “moría” al ser arrojada a un pozo tras ser violada. El violador descubría que era una persona intersexual y siente tal asco que decide arrojarla a un pozo para que muera.

Inaba y Suzuki convertían en un clásico del terror una historia sobre la violencia contra las mujeres.

¿Era la primera vez que esto ocurría? Para nada. En el 72 Wes Craven (Pesadilla en Elm Street, Las Colinas Tienen Ojos, Scream) debutaba con su película más aterradora: La Última Casa a la Izquierda.

Lo que hace que esta película sea más perturbadora y asquerosa que cualquier pesadilla de Freddy es que los sucesos que dan base a la película, además de explícitos, son creíbles.

Volviendo a Japón, Inaba abría las puertas de este tipo de cintas pequeñas al gran público. 


Casualidad o no, Takashi Miike debutaría en 1999 con Audition (Ōdishon), una película de terror que habla del machismo en la sociedad japonesa a la vez que rompe con todas las reglas del género a nivel estético y sonoro. No hay lugares oscuros, música de tensión ni sustos. Y aún así es de las películas de terror más difíciles de ver.

El éxito de Inaba dio luz verde a que la saga de Takashi Shimizu diera el salto al cine. Las dos primeras entregas de Ju-On fueron directas al videoclub, pero entre el boca a oreja y el éxito de Ringu, la saga debutaría en salas en 2003, sería un éxito de taquilla y acabaría siendo apadrinada por Sam Raimi para tener su propia saga remake-continuación americana.

Shimizu tenía como mentor a Kiyoshi Kurosawa (Creepy), director que destaca por sus películas de terror y suspense, quien enfrenta a unos personajes viviendo una vida normal —lo que no quiere decir que sea feliz o exenta de penurias y abusos— a una situación irracional.

El objetivo no es tanto mostrar un misterio a resolver por medio de métodos poco convencionales, como médiums o exorcistas, sino el cómo se ha producido y sus efectos.

Como alumno de Kurosawa, Shimizu supo colocar como piedra angular de su saga de terror un hecho tan terroríficamente cotidiano como la violencia machista. El patriarca de los Saeki, Takeo, asesinó a su mujer, Kayako, cuando sospecha que le es infiel.
Por si fuera poco, culmina su venganza matando a su hijo Toshio y al gato de este, dando lugar al inicio de la maldición.

Antes de dar el salto al largo, Shimizu presentó sus personajes en dos cortos que pueden encontrarse en YouTube, 4444444444 y Katasumi.

La serie ya no corre a cargo de Shimizu, pero sí conserva y renueva los elementos de la saga para enfatizar la maldad humana.

De hecho, los 6 capítulos de 20 minutos de duración bien podrían haber sido una nueva película. Sin embargo, su debut en Netflix ha optado por dosificar las escenas perturbadoras.




Ju-On: Origins confirma que la saga de terror puede alargarse en el tiempo todo lo que desee, ya sea con una segunda temporada o nueva película, pues la maldad es omnipresente y supera la barrera del espacio-tiempo.

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