3 jun 2014
Fruitvale Station. Un día normal con un final inesperado.
Rodada en tan sólo 20 días y siendo la primera película de su director, Ryan Coogler, Fruitvale Station ha cosechado buenas críticas y ha sido premiada como mejor película dramática en los festivales por los que pasó el año pasado.
La historia cuenta el último día de la vida de Oscar Grant (Michael B. Jordan). Un joven de 22 años perteneciente a los barrios bajos de una ciudad de California y cómo la noche de fin de año de 2008, tras estar de fiesta con su novia y sus amigos, es detenido en la estación de tren y asesinado por un policía mientras decenas de personas miran y graban el incidente con sus móviles.
Hasta aquí la peli puede parecer un drama de lágrima fácil y emotivo sobre la trágica muerte de un joven de clase inferior a manos de un agente de la ley (y lo es). El hecho que cambia esta perspectiva es que se trata de un caso real.
Nada más comiences a verla, lo primero que te encontrarás es la grabación real (hecha con un móvil) de lo ocurrido en la estación. Es la brutal escena que verás recreada por los actores al final de la película. El momento es el mismo: absurdo y brutal. Un número exagerado de agentes tiene a cuatro chavales sentados de espaldas a la pared. Esposan a uno de ellos y a Oscar lo golpean y lo tumban de forma brutal boca abajo (éste sigue sin resistirse) para esposarlo. La gente comienza a gritar a los agentes desde el tren, especialmente, cuando uno de éstos comienza a soltar insultos racistas contra los detenidos. Desde la muchedumbre una voz les recuerda a la policía su lema de "proteger y servir", pero no parecen hacer caso. Uno de los agentes que intenta esposar al joven, sin motivo aparente, saca su arma y le dispara.
La grabación dura unos pocos minutos, suficientes para cortarte el cuerpo al contemplar esta muerte innecesaria.
Desde el inicio sabes cómo va a ser el final y durante su duración veremos la vida de un chico normal que tiene sus problemas para pagar el alquiler, mantener su relación con su novia y ser un buen padre para su hija.
Oscar es un joven de barrio problemático, pero no es un pandillero ni lleva armas ni busca bronca. Es un chaval normal.
Una de las cosas que te vas preguntando durante la peli es cómo cojones va acabar este chaval metido en esa situación.
A ninguna/o de nosotras/os se nos pasa por la cabeza, cuando salimos de juerga, que vamos a acabar con un tiro en la espalda y, aún menos, que un poli nos va a disparar.
La situación está bien traída y sucede de forma con tal sin sentido que tiene que ser real.
Si se tratara de un final inventado por un guionista, diría que es forzado y cortante, exagerando la situación para provocar la tragedia y el llanto entre el público. Lo acojonante es que la grabación del asesinato es real y, por tanto, el final tiene sentido.
La brutalidad policial se convierte en los últimos minutos en el tema central del argumento. Como contrapunto, decir que no demoniza a todos los agentes y podría hacerlo.
La brutalidad por parte de los agentes de la ley no es algo inventado por el cine y la literatura. En nuestro país, también, tenemos de ésto. Pero, tranquilos, existe el indulto para protegerlos y no manchar su carrera.
Este tipo de polis responderían a la definición que haría un tal Bruce Robertson: "No me hice poli para impedir la violencia sino para formar parte de ella".
¡Cuanta sabiduría!
El peso lo lleva Michael B. Jordan con una gran interpretación haciendo muy cercano al personaje. Las actuaciones de Melonie Díaz y Octavia Spencer, como novia y madre, muestran la parte más dramática del argumento tras la muerte de Oscar. Completan este drama, pero sin excesos.
Película recomendable de ver, tanto si conoces el caso como si no, para plantearte cómo la vida puede cambiar en unos segundos por cualquier tontería ajena a una/o misma/o.
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